Por: María Lafitte
En el quehacer periodístico peruano hay temas que, lamentablemente, parecieran estar condenados a no salir de su condición cotidiana. Uno de ellos es el de la inseguridad. Nuestras calles se han convertido en tierra de nadie; los asesinatos, robos y secuestros, en el pan de cada día. Las autoridades del gobierno central y local tienen, como gran objetivo, erradicar dicho mal.
Si algo reclama la población es la seguridad ciudadana; en tal sentido, demanda de las autoridades enfrentar eficazmente la delincuencia, lo que implica tomar medidas que trasciendan la coyuntura
La encuestadora Latinobarómetro señala que la victimización por hogares se incrementó en 42.2 % el año 2011 y 43.2 %, el año 2012. ¿Qué pasó? Uno de los factores que posibilitó la elección del presidente Humala fue el compromiso de liderar la seguridad ciudadana. Sin embargo, más allá de presidir el Consejo Nacional de Seguridad ciudadana y apoyar una militarizada reforma policial y de tener varios ministros del interior, no hay avances. Al contrario, ese liderazgo parece estar en crisis. Ejemplos de ello son la poca estabilidad en el cargo que han tenido los ministros del interior y el hecho de que se haya reducido el presupuesto asignado a dicho sector para el año 2013 (S/. 1300 millones menos de lo que se tuvo el 2012 para enfrentar la delincuencia).
Por ello, la seguridad ciudadana se debe convertir en una política de estado que se cumpla y trascienda los gobiernos. No hace falta muchas leyes, hay que legislar poco pero bien, así como comprometer al ministro de economía y finanzas para que brinde recursos, los cuales permitan la especialización del personal policial para su capacitación y equipamiento.
La seguridad ciudadana hoy más que nunca necesita de una policía disuasiva, altamente calificada y con medios tecnológicos que permitan enfrentar la delincuencia con eficacia.
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